Por Ramón Armengol, presidente de la COGECA.
En febrero el vicepresidente ejecutivo y comisario de Comercio, Valdis Dombrovskis, presentó una comunicación de suma importancia para el sector agrícola europeo: la revisión de la política comercial de la Unión Europea.
A mi entender, esta importante noticia merecería tanta atención como el de sobra conocido Pacto Verde que dirige el vicepresidente Frans Timmermans. De hecho, del mismo modo que el Pacto Verde, constituye un pilar de la futura política agrícola de la Unión, la revisión de la política comercial constituye el otro pilar fundamental para que nuestro modelo de agricultura funcione sin tambaleos. La mayoría de los comentarios acerca del Pacto Verde suelen obviar un hecho esencial: no se puede entender el modelo de agricultura de la Unión Europea sin tomar en consideración la faceta del comercio internacional. Los agricultores europeos y sus cooperativas conocen a la perfección los microefectos que provocan las macropolíticas comerciales, como el embargo ruso o el conflicto por Airbus y Boeing.
Al igual que ocurre con las piernas cuando corremos, es fundamental que ambos elementos avancen coordinados y con igual determinación y ritmo, ya que cualquier incongruencia puede terminar en caída. Hasta aquí, los comunicados del comisario Dombrovskis pretenden ser tranquilizadores y demostrar que el Ejecutivo de Bruselas comprende que lo que se juega nuestra agricultura no es baladí; de ahí que proponga elaborar normas de referencia para un crecimiento sostenible e intente modelar las normas internacionales acomodándolas al Pacto Verde Europeo. Sin embargo, nos hallamos todavía en la fase de declaraciones.
Se avecinan muchas incoherencias. Pese a los esfuerzos realizados recientemente en materia de comunicación, nadie sabe a ciencia cierta qué repercusiones tendrá el Pacto Verde en la esfera comercial ni cómo afectará a los precios del mercado, la renta agrícola y la seguridad alimentaria. Hay quien se pregunta si la Comisión puede garantizar que las importaciones provenientes de países terceros cumplen, en la fase primaria, con todas nuestras mismas normas de producción. Hay quien se pregunta si los agricultores de países terceros retirarán de la producción el 10% de las tierras agrarias, tal y como se les exige a los agricultores de la Unión Europea mediante el Pacto Verde. En ambos casos la respuesta es no, porque no estaría en consonancia con nuestros compromisos internacionales ni las directrices de la OMC.
Es necesario que se incluyan los objetivos del Pacto Verde Europeo en la política comercial de la UE y que se tenga en cuenta la realidad comercial dentro del Pacto Verde
El Copa y la Cogeca apoyan desde siempre tanto el comercio intracomunitario (UE) como con terceros países. No ignoramos que de los 44 millones de puestos de empleo vinculados a la actividad de la cadena agroalimentaria, cerca de 6 millones están directamente vinculados con las exportaciones. Cada operación de exportación por valor de mil millones de euros equivale a la creación de 16.000 puestos de trabajo en la UE. De hecho, las exportaciones agroalimentarias representan casi una tercera parte de toda la balanza comercial neta de la Unión Europea. En la era pospandemia de COVID-19, nuestro comercio se debe cimentar en normas equilibradas, equitativas y transparentes para evitar cualquier desequilibrio de la competencia.
Y la mejor vía de asegurar este enfoque es a través de los acuerdos comerciales multilaterales. Coincido con la revisión comercial de la UE en que la forma más idónea de afianzar los siguientes principios es mediante una OMC reformada, algo por fin imaginable gracias al cambio de orientación de la Administración estadounidense. Apoyamos nuevas ideas acerca de las disciplinas del comercio internacional, por ejemplo, en lo relativo al mecanismo de ajuste del carbono en frontera, el medio ambiente y el buen funcionamiento del órgano de resolución de diferencias. Sería recomendable establecer una base común con nuestros aliados en materia de seguridad alimentaria, sostenibilidad y clima. En concreto, con el fin de integrar el Acuerdo de París en el sistema de comercio con mecanismos de cumplimiento claros. Si bien hemos sido capaces de establecer en determinados ámbitos una posición común con nuestros socios comerciales a través de los acuerdos bilaterales, sin un marco de la OMC suficiente, el sector sigue enfrentándose a una serie de desafíos.
En lo que respecta a futuros acuerdos comerciales bilaterales, la Comisión intenta apaciguar los temores proponiendo que se incluya en todos los futuros acuerdos «un capítulo sobre los sistemas alimentarios sostenibles». Esto debería ser un factor «no negociable» en el marco de las negociaciones de libre comercio. Pero además, cabría preguntarse: ¿bastará este capítulo para garantizar que nuestros futuros acuerdos comerciales son coherentes con los principios del Pacto Verde? En mi opinión, será difícil supervisar de manera efectiva las restricciones y obligaciones a las que están sujetos los productores europeos y tendremos que actuar con extremada cautela.
La agricultura europea posee una capacidad de resistencia suficiente para adaptarse al Pacto Verde, siempre y cuando esta política no funcione como un mecanismo de dumping medioambiental
La agricultura de la Unión Europea es una de las más avanzadas en lo que respecta a su compromiso con el clima y el medioambiente; y atisbamos la senda por la que podría seguir para alcanzar las metas del Pacto Verde. Somos y seremos los primeros en sufrir las consecuencias del cambio climático. En la comunidad agrícola no hay negacionistas del cambio climático; todos intentamos tomar medidas en nuestras explotaciones y cooperativas. No obstante, para que nuestra voluntad se traduzca en acciones, necesitamos capacidad para invertir en los recursos necesarios. Y aquí es donde la revisión de la política comercial de la Unión Europea podría resultar tan decisiva como el Pacto Verde.
Uno de los principales riesgos a los que tendrá que enfrentarse nuestro sector agrícola como consecuencia del Pacto Verde Europeo es el dumping de los países que voluntaria o
involuntariamente avanzan más despacio en la puesta en práctica de una agricultura más ecológica. Esto podría provocar la relocalización de nuestra agricultura a otros rincones del
planeta con normas menos estrictas y poner en riesgo nuestra seguridad alimentaria. Mientras tanto, en Europa el resto de los agricultores se verán acorralados contra un muro. Por una parte, el Pacto Verde requerirá inversiones suplementarias para elevar nuestras normas de sostenibilidad. Por la otra, el acceso acumulativo que los más de 60 acuerdos comerciales ofrecen a los productores de países terceros (que no siempre cumplen con nuestras mismas normas de producción seguirá presionando los precios a la baja.
A mi entender, el problema principal en el corto plazo reside en lo que la Comisión Europea llama modestamente «la amplia red de acuerdos comerciales bilaterales». Esta estrategia ha resultado tener efectos p ositivos para algunos sectores como el vino o el aceite de oliva, que son especialmente esenciales en las regiones de producci ó n. Sin embargo, al conceder a terceros países que no comparten nuestra ambición ecológica acceso al mercado de sectores sensibles , el efecto acumulado añadirá una gran presión a los agricultores de la Unión Europea, quienes verán profundamente mermada su capacidad de invertir en nuestros recursos naturales, en detrimento de los objetivos del Pacto Verde. Así lo reconocía recientemente el Centro Común de Investigación en su último informe sobre la política comercial de la UE, en el que se concluía que la carne de vacuno, de ovino y de ave de corral, además del azúcar y el arroz, se deben considerar productos sensibles en todas las negociaciones comerciales. Pero paralelamente, la Comisión Europea propone reducir el consumo de ciertos productos agrarios.
Cualquier decisión en el marco del Pacto Verde o de nuestra política comercial debe estar sometida a una evaluación del impacto rigurosa. Está en juego el futuro de nuestra agricultura
No puedo concluir sin mencionar lo inmencionable: el tratado comercial entre la UE y el Mercosur. En sus cimientos mismos, este acuerdo podría generar una situación de competencia inaceptable para algu nas partes de la comunidad agrícola de la UE. El Pacto Verde Europeo, además, amplía esta brecha. Si la Unión Europea sigue adelante con el Pacto Verde sin velar por mantener la productividad y la competitividad de nuestra agricultura, estará poniendo en tela de juicio el fundamento de nuestros acuerdos comerciales en vigor. Nos complace seguir capitaneando la lucha en favor de una agricultura más ecológica y más sostenible en Europa pero no tenemos ninguna ambición de acabar siendo los mártires de esta historia.
Por eso necesitamos una evaluación del impacto exhaustiva sobre el Pacto Verde y la normativa conexa. Sin ello, navegaremos todos completamente a ciegas. Si no identificamos de antemano los ángulos muertos, socavaremos todos nuestros esfuerzos por que la aplicación del Pacto Verde sea un éxito y por preservar el modelo de agricultura de la Unión Europea. Desde hace décadas, la sociedad civil exhorta a los responsables políticos de la UE a llevar a cabo una evaluación del impacto exhaustiva sobre las políticas comunitarias de mayor relevancia. ¿Por qué motivo debería quedar exento de ello el Pacto Verde, sabiendo todo lo que está en juego?